De podología dije no iba a volver nada hasta mi vuelta de Cuba, pero de toros, no dije nada. Hasta que me vaya, iré poniendo entradas sobre el Festival que toreé en Guijuelo el día 22. Hoy voy a poner una entrada "Decorada", con una buenas fotos de una buen fotógrafo, que para mas inri, no es fotógrafo taurino pero que hace unas fotos estupendas.
Kike es el autor de el reportaje que ilustra mi entrada, desde la primera a la última foto. Kike, Enrique Sánchez, es cuñado de dos buenos amigos míos, Carlos Perelétegui y su hermano Ignacio Perelétegui (Lecherito), hijos de un gran crítico taurino y gran persona como fue y lo seguirá siendo, esté donde esté, D. Carlos Perelétegui Vicente.
Kike, como he dicho, no es fotógrafo taurino, pero hace unas fotos taurinas muy buenas. Enrique me ha acompañado varias veces a varios tentaderos y me ha tirado fotos muy, pero que muy buenas.
Estas dos primeras fotos toreando de capote me encantan. Esta es la primera Verónica que le pegué al novillo, cuando lo paré. Se puede ver la violencia del novillo, la furia de su embestida, su musculatura. El novillo era utrero, estaba muy bien hecho, con unas hechuras preciosas y apretado de carnes.
Esta foto es muy bonita. La composición me encanta, el novillo con actitud de toro, y al fondo, dos matadores de toros, Domingo López Chaves y Javier Valverde, que me jalearon y me dieron la enhorabuena.
Rematando con una media Verónica. Bonita foto con la pena de que el novillo está un poco desplazado y ya se está saliendo.
Le brinde la muerte del novillo a mi mujer y a mis hijos. Les dije que sería el último Festival que torearía, espero poder cumplir mi promesa. Este año me quedan tres tentaderos y espero también que sean los últimos, aunque de verdad pienso en mi interior que no voy a ser capaz de cumplir mi promesa. Casi todos los toreros vuelven, y yo, me siento torero. Ya me han propuesto torear otros festivales, además, me regalan unos novillos para la ocasión. De momento, he rechazado las propuestas.
Comenzando la faena. Juan Ignacio Pérez Tabernero, en el callejón, al fondo de la imagen. Juan Ignacio echó un novillo muy fuerte pero que se lastimó y salio con poca fuerza, pero tenía una gran calidad, un son extraordinario, con el cual, el hijo de Palomo Linares, Palomo Danko, estuvo muy bien.
Estas dos siguientes fotos me gustan. Compuesta la figura, sintiéndome, rebozándome con el novillo, el novillo metido en la muleta, rompiendo mi cintura.
Poco espacio entre novillo y torero, pies asentados, metiendo los riñones y sobre todo, un novillo con el morro por los suelos, queriéndose comer la muleta, repitiendo hasta la saciedad, repitiendo hasta casi dejarme sin oxígeno.
Ya casi rematando un muletazo y al final el delirio del público que estuvo muy, pero que muy cariñoso conmigo. El público estuvo jaleando mi faena en todo momento, estuvo animándome cada instante y sentí que lo que hacía gustaba y llegaba al tendido. Quiero darle las gracias al público por que se portó fenomenalmente, de principio a fin.
Al final vino lo peor de mi faena, lo mas complicado, lo mas difícil, matar al novillo, a un novillo bravo, repetidor, codicioso, colaborador. Ya lo he dicho en otra entrada, lo quise matar recibiendo, como el novillo se merecía por su bravura y prontitud, lo intenté pero no acerté por dos veces consecutivas intentándolo en la misma suerte, por lo cual entré a matar al volapié y agarré una estocada introduciendo tres cuartos del estoque, suficiente para que el novillo cayese rápido. A pesar de ello me concedieron las dos orejas, trofeos que me parecieron excesivos por lo cual, tomé las dos orejas, las enseñé al presidente y dije que una era el trofeo tal vez merecido. Tiré una oreja a la arena y dí una gran vuelta al ruedo con una oreja de la mano. Una clamorosa vuelta al ruedo que nunca olvidaré.
En otras entradas pondré fotos de Carlos e Ignacio Perelétegui, de Menacho y de Christian Canano.
Quiero pedir perdón por mi salida de tono en la entrada anterior en la que hablé del Festival, al utilizar vocablos tal vez merecidos, pero fuera del respeto que se debe tener, incluso con los irrespetuosos. A estos irrespetuosos amargados solo decirles que sigan con su amargura, los pepinos nunca serán dulces.