Hoy me siento mal, bastante mal, pero tengo unas grandes ganas de escribir, de escribir con lágrimas en los ojos, pero tengo ganas de expresar de algún modo ciertos sentimientos que no quiero ni decir con palabras.
Manuel López Pérez, El Rubio de la Glorieta, mi amigo Manolo, tiene una estocada en todo lo alto de la que es muy difícil se recupere. Manolo ya no quiere luchar, ha luchado demasiado, está cansado, muy dolorido y sin ganas de vivir. Los que estamos a su lado no podemos o no queremos comprenderle, pero Manolo no puede mas. Yo me aferro aún a los últimos halos de esperanza, de una esperanza que Manolo parece haber perdido tal vez por que es mas realista que el resto de los que le rodeamos. Hoy, cuando he estado en el hospital, por primera vez a lo largo de su larga enfermedad, le he visto llorar, le he visto sufrir, le he visto sin fuerzas de seguir viviendo. La sonda del riñón se le salió y empapó su cama, no quería que se la cambiáramos. Vino la enfermera y me pidió que por favor le apretase yo la sonda, cosa que hice y posteriormente entre una auxiliar, su cuñado y yo, le cambiamos la cama empapada en dolor. Manolo no quería seguir sufriendo, Manolo aguantaba pero se agarraba a mi y no decía nada hasta que no podía mas y se quejaba, el dolor de Manolo me desgarraba por dentro, y su hermana Estrella, encendía sus ojos haciendo del momento un monumento al dolor si es que el dolor, en algún lugar del mundo, puede tener un monumento.
Manolo ha luchado con todas sus fuerzas, con toda su alma contra este toro negro del cáncer, el cual, le ha pegado una cornada mortal de la cual es difícil se recupere de nuevo como lo ha hecho otras veces. Dios, este Dios en el que creemos, este Dios en el que Manolo creía y en el que creía su familia, le ha dado una estocada en todo lo alto, pero a Dios solo le queda darle la puntilla, y espero que falle en su primer intento y Manolo se vuelva a levantar. !Qué difícil es creer en Dios en algunos momentos de la vida!, no en el Dios de los católicos, ni en el de los cristianos en general, ni en el de los musulmanes, no, es difícil creer en un Dios universal, en un Dios para todos, un Dios en el que Manolo ya no cree, y la verdad, no es para menos.
Hay a veces en la vida que se te presentan problemas sin buscarlos, inesperadamente, sin querer meterte en ellos, pero se te meten hasta el alma y te destruyen, te destrozan. De un momento a otro la vida cambia, de un minuto a otro, la vida te da un giro de 360 grados, de un segundo a otro, la vida, tu vida, mi vida, puede cambiar drásticamente e inesperadamente sin que uno tenga nada que ver muchas veces con ello. Esto sucede en todos los aspectos de la vida y uno se puede preguntar ¿qué he hecho yo para que me suceda esto?, ¿qué he hecho yo para padecer esta enfermedad?, ¿qué he hecho yo para enamorarme?, ¿qué he hecho yo para que esta persona se enamore de mi?, ¿qué he hecho yo para merecer todo esto?......... y ves que después de tanta pregunta, la mayoría de las veces, no encontramos, yo al menos, no encuentro respuesta.
Muchas veces nos quejamos de vicio y no valoramos todo lo que tenemos, pero cuando ves casos como el de Manolo, ves que la vida no es un camino de rosas y hay que disfrutar de los pequeños momentos que te brinda. La vida no es fácil para muchos y en un momento de máxima felicidad, pasa algo, algo que te la amarga para el resto de nuestros días. El Rubio de la Glorieta lleva muchos años luchando contra este fantasma que se le presentó de repente en forma de cáncer de colon del cual le operaron pero que luego se le metió en el hígado teniendo que extirparle mas de la mitad de el mismo. Pasó unos años relativamente bien, un tanto olvidado de la cruel enfermedad, tan solo preocupado de los resultados de las analíticas periódicas que le hacían, hasta que un día, después de varios años de quimioterapia, radioterapia y demás perrerías, me dice que le duele un pie, que quiere que le mire. Un día quedamos en mi clínica y le miro el pie, le hago unas radiografías, le realizo una exploración de todo y veo que tiene parestesias en diferentes zonas del pie y de la pierna. Había dermatomas que me indicaron que su problema venía de la lumbares, mas concretamente en L3,L4 y L5, le dije que algo tenía que le estaba oprimiendo en esas zonas, que fuese el oncólogo o al neurólogo y lo mirasen. Efectivamente, el diagnóstico que yo creía se confirmó, tenía un tumor oprimiendo las ramas nerviosas de esas zonas. De nuevo comenzó su calvario, calvario que ha seguido con entereza hasta el día de hoy. Desde que fue a mi clínica no han dejado de darle ciclos de quimioterapia, una de las veces, intoxicado por el tratamiento, casi se muere pero salió adelante y comenzó de nuevo con fuerza, pero tanto puyazo ha terminado con que sus huesos son totalmente de cristal, se le parten con la mirada, y sus músculos se han vuelto de mantequilla; ni sus piernas ni sus brazos le sostienen, y lo que es peor, han hecho mella en su fuerza de voluntad, esa fuerza de voluntad que siempre demostró y de la que todos nos admirábamos. Manolo, a lo largo de su larga enfermedad, escribió varios libritos muy amenos, uno de ellos, Cimbelino, es la historia de parte de su vida. Escribió diario de un becerro y tiene, bueno, tenía pensado escribir la segunda parte de Cimbelino, algo que tiene casi terminado según me dio a entender. También durante su enfermedad estudió y se licenció en historia y en filosofía, dos licenciaturas, y estaba con el doctorado, un gran mérito para alguien que estaba tan tocado.
Manolo se muere y hoy he salido llorando del hospital, no podía aguantar sin echar unas cuantas lágrimas. Hoy yo me he dado por vencido al ver su dejadez de ánimo, algo que no quiero aceptar pues nunca se acepta y menos cuando quieres a alguien. Ayer por la noche, cuando fui a verle, se negó a cenar y una de las cosas que mas me marcó es que dijo que casi seguro ya no volvería a ver al niño, refiriéndose a su hijo. También anoche salí llorando del hospital y la verdad, cuando voy hacia él, el freno del coche que me lleva parece estar pisado no queriendo llevarme, y es que en el fondo de mi, hay algo que hace que me retenga, algo que no quiere que vaya a ese lugar; pero no puedo dejar de ir y acompañar a un amigo, no puedo, prefiero tragar ese mal rato y mostrarle mi cariño. Hoy cuando le he dado la mano y le he acariciado, me ha agarrado y me ha pedido encima perdón por el mal momento que nos hace pasar, un perdón desde el alma, un perdón desde el dolor, un perdón totalmente innecesario, cuando éramos los que estábamos allí los que le teníamos que pedir perdón por hacerle pasar el mal rato a él, por moverle, por hacerle comer, por hacerle daño, por cansarle, por no dejarle en paz.
Espero de corazón que Dios, el Dios en el que creo, falle la puntilla y Manolo se levante de nuevo y termine el Cimbelino que tiene terminado, que termine su tesis, y pueda de nuevo ver a su niño. Últimamente las lágrimas brotan de mis ojos con gran facilidad, hoy es un día de esos, pero las lágrimas mas amargas, mas dolorosas, me brotan del corazón, son lágrimas que no se ven pero que uno las siente y siente como van desgarrando el alma por dentro. El dolor no se ve, uno puede ver la expresión del dolor, pero el sentimiento que uno padece solo lo siente el que lo sufre, y la verdad, es que alguien puede sufrir con tu dolor pero nunca sentir tu padecimiento.
Creo que ya me he desahogado un poquito, el teclado de mi ordenador ha sufrido conmigo, algunas de mis lágrimas han accionado alguna de las teclas y han escrito las letras que en ellas llevan impresas, son lágrimas pesadas, amargas y en esta ocasión, vacías de esperanza.