jueves, 15 de mayo de 2008

Camagüey dia a dia.
















La verdad es que Camagüey nos encanto, especialmente a mi, quizás por aquello que soy mas de pueblo. No es una ciudad turística, es una ciudad que vive de día el día a día. El ir y venir de sus gentes, el ir y venir de los trenes, de los bici-taxis, de la bicis, de los autobuses, de los camiones, de las motos, de las motos con sidecar, de los taxis que se ofrecen continuamente a los despistados como nosotros que nos quedamos embriagados de la actividad y del colorido de Camagüey.





Para llegar del aeropuerto a Camagüey, decidimos utilizar el transporte publico. Así que dejamos asesorarnos por un chaval que viajo con nosotros en el avión, por cierto muy buena gente, y asi tomamos el autobús que nos acercaba al centro. En el autobús también conocimos a uno de nuestra quinta que se ofreció a enseñarnos la ciudad nocturna aunque no tuvimos mucho éxito pues ya he dicho que Camagüey vive de día.





Una vez en el centro de la ciudad, tomamos un coche de caballos que seria el medio de transporte que nos acercaba hasta el hotel, donde nos recibieron como si nos conocieran de toda la vida. Después resulto que habíamos ido a un hotel equibocado.





Si este trayecto lo hubiéramos hecho en taxi, nos hubiesemos perdido una de las mejores cosas que tiene Cuba, el contacto directo con sus gentes.

Hoy solo Camagüey. Mañana Camagüey y algo de la Clínica

Era la primera vez que iba a Camagüey. Lo había intentado en anteriores visitas a Cuba, pero fue imposible debido a que me lié mas tiempo en otros lugares. De La Habana a Camagüey fuimos en un avión ruso que nos tenía un poco preocupados. Los cubanos se reían de los españoles, ya que éramos los únicos extranjeros en el avión. Esto prefiero que lo cuente Guillermo, la gente se rió mucho con nosotros. Conocimos en el avión a un chaval fantástico, un joven cubano que nos dio dinero ( sí, si lo que leéis, nos dio dinero ) en moneda nacional para poder ir en autobús al hotel. Desde donde nos dejó el bus hasta el hotel fuimos en un carro, un caballo con un remolque y nosotros con nuestro equipaje y nuestro nuevo amigo. Fue una experiencia fantástica. Camagüey nos encantó, sus gentes son muy amables y se ve mucho movimiento desde las 7 de la mañana. Estábamos al lado de la estación del tren y el vaivén de la gente era incesante hasta que a las 10 de la noche, Camagüey duerme. No ves a casi nadie por la calle y parece una ciudad distinta.
Una de las cosas que me sorprendió, fue ver la cabeza de un toro que mató Paquito Muñoz en la Monumental de las Ventas de Madrid. ¿quién se imagina ver eso en Camagüey?.
Era curioso ver a las personas utilizar los camiones como medio de transporte y ver como se ayudan unos a otros. La solidaridad es muy grande. Ojala nosotros, fuéramos tan solidarios como lo son ellos. Aquí en Europa, el ayudar al prójimo parece que no se lleva, es mas, si puedes chingarle ( como dicen los mexicanos ) mejor. No es por criticar, pero en España se está perdiendo la educación, el saber estar, el cederle el asiento a una persona mayor o a una mujer (aunque no esté embarazada), el decir hola y el ir con una sonrisa por la calle. Todo esto que estamos perdiendo, aún lo vemos en países como Cuba, México, Uruguay, Colombia. Parece que cuanto mas del primer mundo es un país, menos educado es y mas individualista. Bueno, sigo con Camagüey.
Conocí a una cubana ( Gladys ) muy simpática en el aeropuerto. Se sorprendía que varios españoles fuésemos a Cuba en el plan que nosotros íbamos. Dijo se alegró de conocernos. Yo también me alegré de conocerte Gladys, aún hay amor por amor, amor verdadero, puro amor. Por fin conocí a Carlos, el marido de mi amiga Alba, y a su hijo. Le llamé en varias ocasiones y no lo localizaba. Lo llamé a casa, al trabajo, desde el hotel, desde el politécnico y nada; hasta que al fin pudimos estar un rato juntos. Alba, tienes un marido encantador, dice que es como un gorrión al que le falta algo. Dice nota mucho tu ausencia y espera pronto tu regreso. Tu hijo marchaba a una competición creo a Santiago de Cuba. Espero otra ocasión para estar mas tiempo juntos.
También fuimos a casa de Zulay, una amiga que nos acogió fenomenal. Manolo fue el carpintero que en el bodegón talló la pieza clave para esta amistad. Una chica muy amable que no dudó en invitarnos a su casa y ofrecernos hasta lo que no tenía. Los cubanos cuando te invitan, tiran la casa por la ventana para agasajarte y que estés a gusto. Eso es de muy agradecer pues te dan cosas que ellos normalmente no suelen tener ni comer. A mi me han invitado a langosta, camarones, pescados y demás comidas cubanas, pero hay que pensar que eso no se lo pueden permitir la mayoría. Un día nos invitó a comer Aleyda y su marido Fernando, no veáis que pasada se pegaron, pusieron comida para dos días. Creo que no merecemos tanto, al final te das cuenta de los valores de las personas. ¿ Entendéis por qué los cubanos me han llegado al alma ?
Mañana mas de Camagüey que hay para rato pues allí estuvimos 4 días.


Gladys








Carlos y su hijo ( marido e hijo de Alba )










Zulay con nos