Llevo unos cuantos días con unas ganas locas de torear, necesito torear, quiero torear. Los toros son como una droga que te envenena el alma, es una filosofía de vida, es una entrega total hacia algo que amas hasta tal punto de jugarte la vida en un momento por una sola ilusión, la Gloria. Pero el toreo no solo es Gloria y Grandeza, el toreo es Tragedia, una tragedia que se puede presentar de un momento a otro sin que lo esperes. Es estos momentos necesito dar unos capotazos, unos muletazos, sentir de nuevo la sensación de soledad cuando te enfrentas al toro, el toro y yo, los dos frente a frente, con nuestro miedo (por que el toro también tiene miedo), con nuestro gozo, con nuestra gloria, con nuestra tragedia. Cuando uno se pone delante de toro está sometido a toda clase de críticas (todo el mundo sabe de toros, pero muy pocos se han puesto delante), cuando estas toreando, en la plaza hay personas que te aplauden, otras te pitan, otras comprenden lo que estás haciendo en el ruedo, otras, otras no te comprenden; pero el torero, solo frente al toro, tiene que decidir lo que debe o no debe hacer, es cuestión de segundos, de milésimas de segundos, tan solo unos instantes bastan para que pases de la Gloria a la Tragedia, instantes en los que muchos espectadores estarán aplaudiendo y otros silbando, pero ninguno, absolutamente ninguno, siento lo que toro y torero están sintiendo en la arena de la plaza.
Yo necesito de nuevo sentir esa sensación, en estos momentos no me importa que venga el toro y me parta por la mitad, yo, seguramente, le parta el corazón a él. Necesito sentir de nuevo esa sensación de pasión y miedo que el torero siente cuando se enfrenta al toro, esa sensación de "placer masoquista" que te hace liberar adrenalina por todos lo poros de la piel, esa sensación de pálpitos en el corazón que hacen que te hierva la sangre, sudes por todos los poros de la piel, y se te seque la boca. Necesito sentir la sensación de miedo y superarlo, superar ese miedo y ser capaz de hacer la faena de mi vida sin que se presente la tragedia, es realmente la grandeza de la fiesta de los toros. La grandeza de ser torero no es el dinero, no son las fincas, no es el vestido de luces; la grandeza de ser torero es precisamente eso, sentirse torero por los cuatro costados, hacer algo que muy pocos en la vida son capaces de hacer, es, jugarte la vida por un placer que muy pocos comprenden, ni siquiera, muchos de los hombres que se ponen delante del toro, solo por una sencilla razón, por que no sienten el toreo. Solo los que somos capaces de sentir el toreo, podemos comprender lo que quiero decir con estas palabras.
¿Qué estoy loco?, pues sí, creo que algo de locura hay que tener para enfrentarse al toro, pero es una "locura cuerda", es un misterio que solamente el alma de los toreros, mejor dicho, de los que se sienten toreros, de los que nos sentimos toreros, podemos llegar en algunos momentos a entender pero nunca a explicar. Todas estas sensaciones que se sienten son inexplicables, imcomprensibles, poco razonables pues son sentimientos muy íntimos de cada torero, sentimientos que cada torero experimenta de forma distinta pero que le hacen llegar a la misma situación, ponerse delante del toro, tragarse el miedo, disfrutar del momento y estar alerta, siempre alerta, pues hoy, puedes cortar las orejas y salir a hombros, pero en un momento, en un instante, puede venir la cornada, la cornada leve, la cornada grave, la cornada mortal.
Se que soy un inconsciente, que no tengo necesidad de ello, que tengo mucho mas que perder que de ganar, pero quiero intentarlo. No, no, no me quiero jugar la vida profesionalmente, quiero torear en soledad, quiero torear para mi, sin nadie alrededor, solo necesito unas cuantas personas que me apoyen, un banderillero, un picador y un peón de confianza y luego, el toro y yo, solos los dos, a sentir nuestros sentimientos si es posible sentir nuestros propios sentimientos, a superar nuestros miedos, el toro el suyo, yo, el mio; a gozar, a rozar la gloria, y si es posible, a evitar la tragedia, tragedia que uno de los dos va a sentir, a padecer inevitablemente, a no ser, que toro y torero se complementen tanto, que el torero, en este caso yo, le perdone la vida al animal, indulto que haría como una de las cosas mas grandes de mi vida. En mi carrera de torero indulté un novillo extraordinario en un pueblo de Zamora, pero en cambio, me echaron un toro al corral en otro pueblo de Zamora, por que no lo pude matar. El dolor que sentí cuando ese toro se fue de mis manos sin poder completar una faena, es indescriptible, lo sentí por mi y lo sentí por él, lo dejé con media espada metida y se lo llevaron a terminar con su agonía a los corrales, donde seguro, sufrió mucho mas que cuando estábamos él y yo dentro de la plaza; yo, mientras me quitaba el vestido de luces, lloraba amargamente por la humillación de no haber podido matar al toro, algo que dejó profunda huella dentro de mi por mucho tiempo. En cambio, cuando indulté al novillo, cuando le perdoné la vida, ninguno de los dos sufrimos, nos llenamos de gloria y fue una de las mejores faenas de mi vida.
La historia del toreo está llena de grandes momentos de gloria y de grandes momentos de tragedia. Yo, durante mi vida intentando querer ser figura del toreo, tuve tanto momentos de gloria como momentos de grandeza, he salido a hombros de algunas plazas, he cortado las orejas, he realizado grandes faenas, pero también tuve momentos de amargura, de dolor, de tragedia, recibí alguna cornada, y una de ellas, no fue fácil de superar, la mas grave.
A pesar de todo, quiero volver a experimentar todo lo que anteriormente he explicado y que seguramente casi nadie ha entendido y quiero volver a experimentarlo aunque solo sea por una vez mas en mi vida, aunque el toro, me parta por la mitad. Si consigo mi propósito, espero que el toro salga bueno y noble, que los dos cumplamos nuestro cometido, y que yo, al final, pueda perdonarle la vida sin que ninguno de los dos, salgamos con el corazón partido por la mitad.
Las dos primeras fotos en las que estoy vestido de luces, y con pelo, son de hace muchos años, cuando comenzaban mis ilusiomes de querer se figura de los toros. El precioso capote de paseo era de el Maestro, El Niño de la Capea, el vestido, el cual hoy está en el museo taurino de Salamanca, me lo regalaron mis padres.
Tenía unos 20 años.
Esta otra foto es de uno de mis momentos de gloria. Toreré un festival en Salamanca, festival con una gran asistencia de público, muchísimo mas que en lo últimos festivales de las Hermanitas de los Pobres. Corté dos orejas y me prometieron ponerme en la novillada de la Feria de Septiembre de Salamanca, algo que no cumplieron, provoncando en mi, un momento de dolor y amargura, dolor que muchas veces te causan las personas y no el propio toro.
Instante de Gloria de un torero. Morante y el toro, toro y torero solos, los de alrededor no importan, os lo aseguro.
Momento de tragedia, en un instante, el toro puede acabar con tu vida o dejarte marcado eternamente, viendo las cicatrices, día tras día.
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