domingo, 28 de febrero de 2016

Viaje a la Colombia Profunda. Viaje a Tierradentro. Paíspamba, culto al toro bravo en Colombia.

Hoy voy a poner una entrada  un poco larga sobre parte de mi último viaje a Colombia donde he vivido grandes experiencias y aventuras. Dice mi amigo el Dr. Podólogo colombiano Abel Angee que tendría que escribir un libro con todas mis anécdotas tanto podológicas como vivenciales . 
En esta ocasión he tenido de nuevo grandes aventuras por la Colombia Profunda, algo de lo que no me arrepiento pero que si lo sé no hubiese ido a pesar de la gran experiencia, lo bonito de la zona y la gran amabilidad de los colombianos de Tierradentro.
En primer lugar voy a hablar de mi visita a la ganadería de toros bravos de Paíspamba.
Invitado por el ganadero D. Enrique Álvarez, propietario de la ganadería de toros bravos de Paispamba en el Cauca, fui a visitar su ganadería. Me acerqué por segundo año consecutivo, en esta ocasión vía Timbío, por una zona menos mala que la del año pasado, parte asfalto, parte trocha, no como el año pasado que fue todo totalmente trocha (camino sin asfaltar, lleno de piedras y tierra).
Don Enrique Álvarez es un español que enamorado del toro bravo se instaló en tierras colombianas, compró una gran finca y una ganadería y dio rienda suelta a su pasión, la ganadería de toros de lidia.
Don Enrique Álvarez es una persona encantadora, amable, sencilla, educada y apasionado por los toros. Le estoy muy agradecido por su invitación pues los toros son mi pasión. Este ganadero vallisoletano, emparentado con Salamanca, es primo carnal de D. Luis Álvarez Montalvo, tío de Juan Ignacio Pérez-Tabernero Montalvo,  
Llegamos a la Hacienda de Paispamba y D. Enrique nos estaba esperando junto a un amigo para enseñarnos los toros, novillos y vacas que hay actualemente en la ganadería.
Acompañados por el hijo del mayoral recorrimos parte de la inmensa finca.
 La Hacienda de Paispamba tiene una extensión de 850 hectáreas y se encuentra situada cerca de Timbío y Popayán, en el Cauca, departamento que fue muy taurino y con bastantes ganaderías de toros bravos, algunas de mucho prestigio en Colombia como Guachicono, Ambaló, Ernesto González, Halma Valencia, etc, en zonas del Patía, Silvia, Popayán, El Bordo, etc.
La ganadería de Paíspamba se encuentra a una altitud de casi 3000 metros y presenta una orografía montañosa pero con unos potreros (cercados, allí lo llaman potreros) enormes, llenos de pasto, verdes durante todo el año y donde el ganado campa a sus anchas y come pasto suficiente como para ahorrarse mucho pienso.
Como digo, los cercados son muy amplios y limpios con pastos durante todo el año, y una característica que les favorece en la inclinación del terreno y la altura, lo que hace que sean toros fuertes, musculados, y que cuando bajan a ser lidiados, tienen movilidad y repetición si no se cansan. Estos toros situados en la zona de Sotará tienen encaste de Conde de la Corte y Carlos Nuñez y la ganadería fue fundada en 1978 con reses de Fuentelapeña, ganadería que me suena mucho por vínculos familiares con esa tierra zamorana por parte de mi abuela paterna.
En la actualidad, eliminado todo lo anterior, desde 1991, tiene procedencia Torrestrella -Jandilla.
En la ganadería predominan los negros, burracos y coloraos, pero en esta camada he visto muchos, pero muchos toros y novillos ensabanados incluso algunos un poco jaboneros y albahíos.
Visitamos los distintos cercados (potreros) y la verdad, para mi, fue toda una delicia.
En ocasiones nos acercamos a los toros mas de la cuenta e incluso alguno se nos encaró pero sin llegar a mas.
Como he dicho y se puede comprobar, los toros son musculados, hondos, y bonitos. 
Algunos de ellos tienen gran seriedad en sus caras, mucho mas presencia que el toro mexicano en líneas generales. 
Arriba del todo de la finca pastan las vacas y las becerras.

 Fijaros en estas imágenes con estos cercados, son toda una maravilla.
De nuevo, en lo alto del todo, las vacas y pasto por todas partes.
La verdad, yo vine entusiasmado de esta finca.
 Otro serio toro, astifino.
En las siguientes fotos, mas potreros y mas toros.


En otros cercados vimos los  novillos en los cuales también apreciamos muchos ensabanados y jaboneros. 

Erales en lo alto de la loma, y como podemos ver, de los pelajes mencionados.
En otro potrero precioso, lleno de árboles había caballos. Este de la foto es el caballo de picar.
El caballo de picar no es un percherón, el caballo es precioso, muy bonito y ligero, dando oportunidades a las becerras a tentar. 
Otro pedazo de toro en otro cercado, serio, astifino.




Y de vuelta al punto de partida, a la casa de la Hacienda, una casa antigua y ganadera, con sabor, 
Al regreso de la visita, Don Enrique nos agasajó con un almuerzo campero y una tortilla española hecha por el. 
Me regaló una gorra de la ganadería, la cual guardo en España con verdadero cariño. 
La plaza de tientas está en un bajo, es amplia, con un pequeño palco y donde me gustaría tentar una becerras en una próxima ocasión.
De nuevo reitero mi gratitud a D. Enrique Álvarez, todo un Señor, todo un Caballero.













VIAJE A TIERRADENTRO.
COLOMBIA PROFUNDA.
LAS ENTRAÑAS DEL CAUCA.

Un fin de semana de mi último viaje, partimos rumbo a Tierradentro, a las entrañas del Cauca, a la Colombia profunda, un lugar precioso donde muchos colombianos no han entrado nunca y donde es realmente complicado llegar. Si a mi me dicen como era este viaje, no me hubiese aventurado a ir y mucho menos conociendo la zona donde estuvimos.
Me dijeron que estaba cerca de Popayán, y es realmente cierto, tan solo nos separan 90 Kilómetros desde el punto de partida a Tierradentro, pero 90 kilómetros infernales, de caminos sin asfaltar, trochas, quebradas,  precipicios y entre tanta trocha, algunos kilómetros de carretera asfaltada para despistar, para aliviar un poco la incertidumbre. 
Comenzamos el viaje desde Popayán por una carretera bien asfaltada y conociendo como son muchas de las carreteras colombianas, era una bendición, pero de pronto, el asfalto se termina y comienza el calvario, y todo esto con un coche bajito y sin tracción a las cuatro ruedas.
Los 90 kilómetros fueron toda una odisea, tardamos en recorrerlos mas de tres horas, casi cuatro, pasando por zonas estrechas, zonas de derrumbes y precipicios a ambos lados. Entre zonas realmente malas había zonas de trochas, caminos sin asfaltar que eran anchos y parecían verdaderas autopistas en comparación con tramos que dejábamos atrás, y de repente, otro tramo casi inviable para pasar a otro tramo asfaltado y en buenas condiciones. Nos encontramos con tramos intermedios que habían sido asfaltados pero los derrumbes se encargaban de deshacer los que la mano del hombre hacía. Varios tramos estaban en obras, pero sinceramente esto no lo terminarán nunca por varios motivos, uno de ellos es la falta de dinero y que la empresa adjudicataria ni tiene interés en que esto se termine, alguien se lleva la plata de las concesiones, por lo que me contaron.Otro motivo de la eterna obra de cada tramo es que solo se ven trabajando dos o tres personas para  una obra faraónica, don obreros encofrando un muro en un tramo, tres obreros trabajando en un puente en otro tramo, cuatro obreros en un tramo de derrumbes donde había un derrumbe controlado; por otro lado, la naturaleza, como he dicho, se encarga de derrumbar lo que la mano del hombre ha construído a la vez que este destroza mucho la  naturaleza. Realmente la zona es preciosa, con zonas de valles, páramos, quebradas, pero el hombre se encarga de destrozar parte del paisaje.
Siguiendo con el viaje, un viaje de 90 kilómetros que parecieron 400, tengo que decir que a pesar de todo y de todo lo que me falta por contar, mereció la pena.
A mitad de camino paramos en un restaurante, si así se le puede llamar, a comer, bueno, a almorzar como tienen costumbre de decir. En mitad de la nada se encontraba una casita de maderas donde había dos chiquitas que daban de comer, el sitio es recomendable, limpio y el servicio atento y la verdad, se come bien. Tienen poco para elegir pero de veras, bien cocinado y con limpieza, todo hecho a la lumbre, todo natural. Comimos un cordero adobado con papas bastante bueno y un tintico (café agua sucia) con queso, pero que era suficiente para revitalizarnos.
Seguimos el camino, y después de pasar por  un pueblo llamado Inzá, (donde la guerrilla se ha encargado de poner bombas, cilindros, matar gente y amedrentar a los ciudadanos, como cuando realizó un brutal atentado en la misma plaza del pueblo y asesinaron a un montón de personas inocentes y mas de 40 heridos en un pueblo no muy grande), llegamos a Pisimbalá, Centro de Tierradentro.
Una vez en Pisimbalá, ponemos rumbo al interior de la tierra, si, si, al interior de la tierra de Tierradentro, un lugar idílico, precioso, mágico, misterioso, donde después de caminar media hora por la montaña, una subida un tanto abrupta después de pasar  un puente sobre un río cristalino, llegamos al recinto sagrado de los antiguos habitantes de estas tierras. Esta zona está llena de tumbas tribales, tumbas comunales y tumbas familiares; tumbas situadas en auténticas grutas escavadas algunos de ellas a mas de cinco metros bajo tierra. Nunca me hubiese imaginado que esto se encontraba en el Cauca, un Departamento precioso, lleno de misterios y de belleza que tan solo tiene un problema que no quiero mencionar, un tema que es difícil de erradicar, un verdadero problema al cual no creo le den solución definitiva al menos a corto y medio plazo.
Visitamos un montón de tumbas, unas de fácil acceso, otras de acceso dificultoso a las cuales casi había que bajar y subir posteriormente gateando. El calor apretaba y el sudor resbalaba por la frente, pero merecía la pena bajar a todas las tumbas que podíamos, unas presentaban pinturas, otros eran lisas, unas con bóvedas, otros con cúpulas, unas con columnas, otras tipo cripta, tipo caverna, pero  todas llenas de misterio y algo mágico, al menos a mi me causaba gran respeto y emoción bajar a esos lugares sagrados para sus pobladores. Estas tumbas colectivas son llamadas hipogeos
Después de visitar las tumbas regresamos a Pisimbalá, nos subimos al coche y partimos camino a San Andrés de Pisimbalá, un pequeño pueblo a tres kilómetro de Pisimbalá, pueblecito que hace tan solo apenas un año fue sembrado de explosivos por las FARC en pleno parque, zona donde estuvimos nada mas llegar y donde me sucedió la siguiente anécdota:
Al llegar a Sandrés de Pisimbalá paré el coche al lado de la iglesia, decir que yo conduje durante todo el camino y no conocía muy bien el funcionamiento electrónico del coche, pues bien, al llegar al lado de la iglesia, paro el coche, nos bajamos y me dejo las llaves dentro, cerrando las puertas y quedando el coche bloqueado ( no es la primera vez que me pasa, me sucedió con mis padres en Santiago de Compostela, pero los mecánicos en Galicia son peores que los de Tierradentro). Al quedar el coche bloqueado no podíamos abrirlo de ningún modo y al ver nuestra preocupación un matrimonio y otros hombres que estaban en una casa al lado de la iglesia se prestaron a ayudarnos, la mujer trajo una radiografía e intentaba abrir la puerta del coche con ella, algo que resultó imposible y uno de los que estaba allí, el carnicero, llamó por teléfono a un conocido suyo mecánico que tenía en Inza y que dice que había abierto mas coches con las llaves dentro. Se hizo de noche, el hombre tardó en llegar tres cuartos de hora con una moto y su mujer y en un cuerto de hora, o poco mas, logró sacar las llaves del coche con una alambre habiendo introducido por la puerta un manguito de presión para poder abrirla un poco e introducir la alambre.
La iglesia de San Andrés de Pisimbalá es una Capilla Doctrinera hecha por los españoles en el siglo XVI, pero que en Marzo de 2013 fue quemada por los indígenas. La iglesia era preciosa, un verdadero monumento declarado como total hace muchos años, pero que a los indígenas eso se le da igual con tal de conseguir mas y mas derechos de los que ya tienen, mas que muchos de los campesinos de la zona y eso que se supone que todo colombiano debe de tener los mismos derechos y deberes, como en todo país civilizado, nada de privilegios por ser de una u otra etnia, y nada de agravios comparativos, lo mismo que por ser indígenas no deben ser discriminados, pero ellos se creen don derecho a las tierras, cuando ellos mismos son realmente emigrantes e inmigrantes de un lugar a otro y realmente no son nativos de esas zonas, procediendo incluso de tierras mucho mas al sur de esta maravillosa nación colombiana.
Siguiendo con la historia, como se nos hizo muy tarde, totalmente de noche, nos invitaron a cenar, pero antes, una sorpresa, cuando preguntan que de donde soy y le dicen que de España, de Salamanca, el matrimonio con gran sorpresa me dice que ellos habían estado en mi ciudad. Ellos viven en Santander de Quilichao, lugar que también he visitado, pero estaban allí visitando a sus familiares. Otra cosa, mientras llegó el mecánico que nos abrió el coche, ayudé a subir una vaca a una camioneta para llevarla al matadero, luego al abrir el coche, saqué un capote y una muleta y estuvieron toreando al aire, una anécdota mas para recordar.
Durante la cena llegó un sobrino del matrimonio antes nombrado, una persona muy culta que había leído a Unamuno, Calderón de la Barca, Pio Baroja, Garcilaso de la Vega, Cervantes y conocía  toda España simplemente por lectura, a cada rato citaba pasajes de libros de escritores españoles y para colmo, era gallero, criador de gallos de pelea, invitándonos esa misma noche a una gallera (recinto de peleas de gallos) a ver peleas que estaban organizadas para esa jornada. Las peleas de gallos comenzaron como a las 10 de la  noche y terminaron a las 5 de la madrugada, yo solo me quedé a ver tres peleas pues estaba bastante cansado y además, no es un espectáculo de mi agrado aunque lo respeto y respeto esas costumbres y tradiciones de un pueblo, la idiosincrasia de un pueblo no se debe borrar aunque algunas de sus costumbres no nos gusten, es parte de su identidad.
Lo de la gallera fue toda una experiencia, nos invitaron a la fila VIP, me escapé un momentito y me mezclé con los galleros para ver como preparaban a los gallos, había gente de todas las etnias, mestizos, criollos, indígenas, y entre todos, gente muy culta, el mismo sobrino del matrimonio que nos invitó a la pelea de gallos es abogado. Otra experiencia nueva que he vivido y de la que no me arrepiento, me gusta mezclarme con la gente aunque algunas veces sea un riesgo. La verdad es que el ambiente de la gallera es muy intenso, muy fuerte, ves de todo, incluso puedes intuir ruidos de machetes en un momento dado, la bebida está presente desde el comienzo y las apuestas pueden llegar a ser de varios millones de pesos, a propósito, yo aposté 20.000 pesos y gané.
Como tuvimos que quedarnos a dormir en la zona, nos quedamos en un hotelito bastante majo en Pisimbalá, eso sí, nada de barato, pero era lo que había y además no tenía ni para desayunar, algo que hicimos en un restaurante donde nos prepararon unos huevos fritos y un café de esos raros con queso.
Por la mañana aprovechamos para ir a ver una parte del parque arqueológico donde hay unas estátuas de piedra de mas o menos el año 600, vimos el museo arqueológico y nos fuimos a despedir de las personas que el día antes nos habían ayudado.
Desde aquí decirles que les estoy treméndamente agradecidos, gente amable, muy amable y sin interés de ningún tipo, gente que te da todo lo que necesites. Muchas gracias amigos y si Dios quiere, hasta otra.
Una vez nos despedimos retomamos el camino andado y ponemos rumbo de nuevo a Popayán, de nuevo los mismos 90 kilómetros, de nuevo el precioso páramo con sus frailejones y de nuevo una nueva parada para almorzar en otro estadero, sin luz, con mucho viento, y de nuevo, cordero adobado y ahumado con arroz. Salimos con un coche plateado, llegamos con un coche cubierto de polvo, totalmente marrón.
Hubo algunas cositas mas como que nos paró el ejército, subimos a un pobre hombre mayor que iba andando a misa desde Pisimbalá a San Andrés, compramos unas cervezas para compartir con nuestros ayudantes, la cena a la que nos invitaron era a base de carne de res que estaba buena, con unos ricos envueltos y arepas, en fin, toda una verdadera experiencia, una aventura.
Aquí no termina mi periplo, pero en otra ocasión contaré parte de otra pequeña historia con Yamel donde nos perdimos con el coche, pero eso es pecata minuta.
 Fijaros por donde pasábamos, y esto no es uno de los tramos peores. Así era la mayor parte del camino, el precipicio a la derecha.
Llegamos a una zona cortada por un derrumbe controlado, fijaros la estrechez del camino y la escavadora con un niño a sus espaldas.
En el video que gravé podéis ver el derrumbe. Una vez que dejaron de caer piedras y arena pudimos proseguir el camino.
 Puentecito camino al lugar sagrado donde se encuentran las tumbas.


Primera tumba a la que bajamos.
Para bajar a algunas de ellas había que hacer verdaderos malabarismos. 




Bajada a una de las criptas en forma de caracol.

Otra mas.
 Esta era profunda y un poco complicada de bajara y subir por la altura de los escalones.

La cúpula, la cripta mas famosa.

Esta era complicada de bajar y subir, lo cual había que hacerlo en zig zag.

 Subiendo casi a gastas.




Iglesia de San Andrés de Pisimbalá, del Siglo XVI, quemada por los indígenas. 

En primera fila en una pelea de gallos, acompañados de nuestros anfitriones. Nuestra amiga la arqueóloga nos hizo la foto desde el ring de los gallos. 
Espolones que le colocan a los gallos, verdaderos puñales que hacen peleas mortales y que atraviesen el cuello de los gallos. Me dejaron tenerlos en la mano, algo que no suelen hacer. En unos sitios se llama calzar a los gallos con espuelas, aquí creo que los llamaban piojos.
Calzando a un gallo con la espuela.
 Comienza el combate.
Casas de Pisimbalá.

La supertienda, bar y restaurante.

Cordero como no, con arroz.