Me encuentro en Ecuador y hoy no he querido dejar pasar este día sin dedicárselo a mi amigo Manolo, El Rubio de la Glorieta, el autor de Cimbelino. Hoy hace un año que Manolo nos dejó para irse a torear en el Ruedo Eterno, donde Toros de Plata le estarán brindando faenas de ensueño. Manolo se fue después de hacer un largo paseillo en esta tierra, un paseillo lleno de espinas y de socavones, aunque algunos pensaran lo contrario. Su enfermedad le hizo ser en la vida un verdadero hombre, todo un tío, una persona que aprendió de las adversidades, de sus errores, y que a todos nos dio un ejemplo de hombría y de serenidad. Aún se me caen las lágrimas al recordarlo, pero se me pone una sonrisa en los labios al recordar las vivencias a su lado, al recordar la cantidad de anécdotas que vivimos juntos, al recordar los momentos taurinos y no taurinos que pasamos.
Momento como este, día en el que hizo el paseillo junto a mi en Villamor de los Escuderos y entre medias, un niño, un niño que es todo un hombre y el cual también se llama Berna. De banderilleros llevé a El Galleta y al Serrano. Manolo vino conmigo de sobresaliente y ese día estuve realmente bien pegándole al novillote unos grandes muletazos. Creo recordar que le corté las dos orejas. El novillo fue bueno, pero mas gordo y con mas pitones que los que hoy echan en las novilladas de ferias de postín. Manolo creo que le hizo un quite pero no recuerdo si fue por Navarras o por Chicuelinas. Cómo ha pasado el tiempo. Miro la foto y a Manolo lo recuerdo igual, en cambio, me veo a mi, y casi no me reconozco. Entonces yo tenía mucho pelo, además con un poco de melena y ondulado. Hoy casi no tengo pelo, el poco que tengo lo tengo blanco y esa pinta de torero, se ha disipado con el tiempo. Ya solo tengo de torero la ilusión.
Aquí estoy entrenando. Yo soy el que está con el capote, embistiéndome está Serranito, el que fue novillero y chofer de Ortega Cano, y al fondo, mirándonos, El Rubio de la Glorieta.
Bueno, tan solo una cosa: Manolo te echamos de menos.