domingo, 26 de septiembre de 2010

El Rubio de la Glorieta, salió a hombros. Salamanca 26/09/2010, 10,30 de la mañana.

Decía Miguel Hernandez en su Elegía a Ramón Sijé.........................Yo quiero ser el hortelano, de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano.................................................... cuando pueda, sigo con es ta entrada.......................................................................................................

Manolo, por fin estás descansando en el ruedo eterno después de un largo paseíllo, paseíllo que has llevado con toda dignidad y entereza. Te hemos visto hacer una faena que todos los que te querían han calificado de magistral, nos has dado una lección a todos de cómo hay que lidiar al toro mas difícil. Esta faena que te hemos visto realizar no habría sido posible si a tu lado no hubieses tenido un peón de confianza como el que has tenido, y no me estoy refiriendo a Dios en este caso, sino a Mamen, tu mujer, la cual ha lidiado contigo hasta el último momento, ejemplo de amor y cariño hacia el ser amado.
En uno de tus libros, Diario de un Becerro, escribías lo siguiente:
Aún no sé que me ha pasado. Me encuentro encerrado dentro de una burbuja impregnada en aromas de sueños, dolor, alegría…….Un conjunto de sentimientos que nunca antes había experimentado. Sin rumbo fijo, a la deriva, pero con un extraño aroma familiar, dirijo mis pasos durante la noche. En mi memoria no dejan de proyectarse imágenes, imágenes en color que me causan alegría, imágenes en blanco y negro que me traen el amargo recuerdo del sufrimiento, imágenes de una jornada que presiento marcará un antes y un después en mi vida.
Efectivamente Manolo, esta jornada marcará un antes y un después en tu vida, en nuestras vidas. Tú estarás lidiando otros toros en otro ruedo, toros que ya no te darán más cornadas; estarás en el País de Cimbelino, como decías en otro de tus libros, un país llamado Frombork en el cual, ningún ser humano puede entrar y en el cual tú estarás disfrutando de todas las maravillas que contabas de él. Nos contabas que en el país de Cimbelino nunca ha habido un conflicto entre sus habitantes, gente amable, sencilla entre los cuales no había desacuerdos, peleas ni rivalidades. Según nos los cuentas, Manolo, eso debe de ser el Cielo, ese cielo que los creyentes queremos para todos y que en la tierra es difícil de presentir, ese cielo en el que estoy seguro que has entrado a hombros y desde el cual nos estás diciendo lo mismo que escribiste en tu libro: Y aquí estoy, aún sonámbulo por los acontecimientos vividos, pero contento por estar de nuevo en mi casa, con la satisfacción cumplida de haber tenido el honor de ser uno de los escogidos por los dioses para perdurar mi raza………Durante unos segundo, Cimbelino permaneció en silencio, envolviendo el ambiente con un aroma de melancolía; una diminuta lágrima como el cristal atravesó su pequeña mejilla; al notar su sabor salado se dio cuenta de que estaba llorando, dio un leve suspiro y exclamó:
¡Volvamos a casa viejo amigo!



Para Mamen y José Ma.