El diario de mi Clínica prácticamente dia a día. Comentarios y problemas con los que me encuentro, patologías que se me presentan y otros temas podológicos o que no vienen a cuento. Por que me da la gana.

domingo, 31 de octubre de 2010

Colombia, muchas gracias. Sensanciones de un viaje inolvidable. A.E.C.P.

Comienza a llover en el Barrio Berlin de Popayán. A los pocos minutos podéis ver la evolución del temporal, anegando casas, locales y desbordándolo todo.


















Si os fijáis, las fotos son todas de la misma zona, las mismas casas, para que veáis como se fue inundando en cuestión de minutos. Yo estaba en casa de la compañera Jakelin Delgado, esperando para que me llevaran a dar una conferencia al auditorio invitado por el Colegio de Médicos del Cauca, donde finalmente acudimos con un poco de retraso.






Daba pena de la gente, con sus casas anegadas por el agua.

















Mi viaje a Colombia ha sido el mas intenso en cuanto a sensaciones perceptibles e imperceptibles que he vivido en mi vida. No puedo describir con letras ni expresar con palabras todas las emociones buenas y malas que he podido experimentar. Llegué con lluvia y marché con lluvia, he tenido que vivir con la lluvia diariamente, cuando no era por la mañana, era por la tarde, y mis dos últimos días han sido de diluvio. Mi vuelo se restrasó, salí de Cali a Bogotá en un mar de lágrimas celestiales, y de Bogotá a Madrid, esas lágrimas celestiales se incrementaron. El Cielo ya comenzó llorando desde que salí de Popayán, pero la calma reinó de nuevo hasta mi regreso a Cali, donde repentinamente tuve que embarcar quedándome casi en tierra. Mi corazón casi no podia mas, creía que me iba a dar un infarto. Regresando hacia atrás, mi viaje de Popayán a Cali lo tuve que realizar por carretera, una carretera infernal, con controles policiales que nos pararon y revisaron mi equipaje, un viaje que se mi hizo eterno e inolvidable. Una carretera tortuosa que transcurre por bellos paisajes que enamoran a uno, un interminable infierno dentro de una naturaleza que te invita a volver a ese lugar a persar del miedo y el mal rato que se pasas. En Colombia conducen fatal, hay gran cantidad de accidentes, no respetan las mínimas normas de circulación, adelantan cuando hay linea contínua, en las curvas y en grandes bajadas. Las carreteras del Cauca, de las cuales estoy hablando, transcurren entre montañas, carreteras tortuosas con pendientes que parece que te dicen que corras para salir cuanto antes de esa zozobra o que te dicen lo contrario, que vayas despacio, muy despacio para ir disfrutando del amor que te brindan sus montañas, montañas que te invitan de nuevo a recorrer ese camino y poner en peligro tu vida.
Saliendo del Cauca nos adentramos en su valle, en el Valle del Cauca, un paisaje suave, agradable, lleno de verdor y con montañas a sus lados, por donde transcurre la misma carretera anteriormente descrita pero mucho mas liviana; aquí el peligro son los conductores, los carros de caballos y las motos. Esta carretera nos lleva a Cali, y mientras la recorrí, el cielo parecía que se iba a romper, se puso negro, con ganas de estallar, de romperse en mil pedazos y de que su llanto no dejara continuar mi viaje, algo que casi consigue, pues al llegar al aeropuerto comenzó de nuevo ese llanto celestial desgarrador, llanto que solo he experimentado en Colombia. Los vuelos se retrasaron, los vuelos se cancelaron y como anteriormente dije, casi me quedo en tierra pues a última hora, deprisa y corriendo tuve que embarcar hacia el avión a pesar del llanto que caía y a pesar que en la pantalla ponía que mi vuelo estaba cancelado. Para colmo, al pasar la aduana me hicieron abrir el equipaje de mano y me lo retuvieron por llevar material quirúrgico, el cual me hicieron llevar a la bodega del avión. Una vez dentro del avión me entra gran congoja al ver que dejé mi teléfono movil en la bandeja del scaner de seguridad y el vuelo estaba a punto de partir. Sin casi aliento, a punto de infartar y con lágrimas en los ojos le cuento mi problema a la sobrecargo y le digo que el teléfono lo tengo que recuperar como sea, que en él tengo documentos muy importantes y tengo que llamar a un Doctor en Bogotá en cuanto llegue y no sé su número, el cual lo tengo en la agenda del teléfono. Se portaron sensacional e hicieron una llamada a seguridad para que me llevasen el teléfono al avión, algo que hicieron en 5 minutos, lo cual agradecí de todo corazón, dándole las gracias a la compañía Aires por su gran trato, competencia y comprensión.
Llegué a Bogotá con retraso a causa del retraso de la salida del avión y a consecuencia de las vueltas que este tuvo que dar antes de aterrizar a consecuencia del temporal. El aeropuerto de Bogotá había permanecido cerrado, un avión se había salido de la pista, y hasta que aterricé pasé momentos angustiosos. Ya en tierra, me devolvieron el equipaje requisado y en el interior del aeropuerto, antes de embarcar para Madrid, me hicieron abrir el equipaje. Los vuelos de Colombia son vuelos calientes y yo viajaba con dos maletas, una de ellas muy grande y exceso de peso. Con gran cuidado, amabilidad y respeto miraron mi equipaje colocando cuidadosamente todo como lo habían encontrado dentro del mismo. En él llevaba gran cantidad de paquetes de café colombiano, paquetes que fueron oliendo uno por uno y colocando en su sitio. Partí de Bogotá al igual que llegué, lloviendo, lloviendo como si el Cielo estuviese desgarrando sus entrañas y su llanto no tuviese consuelo. He llegado a Salamanca y aquí, en mi tierra, me encuentro que el cielo, aunque con menos intensidad, sigue enviando a la tierra esas gotas de su llanto.
Fui a Colombia invitado para dar unas ponencias, operar y realizar unos talleres. Representé en todos los sitios a la Asociación Española de Cirugía Podológica, algo que reflejaron en el currículum que entregaron a los asistentes, por lo cual, la A.E.C.P. ya ha establecido un nuevo contacto fuera de nuestras fronteras y con este ya son varios como Francia y Portugal.